Comentario al Evangelio del domingo, 21 de enero de 2018

      Después de los muchos años que pasó de vida oculta en Nazaret con su familia, después de pasar cuarenta días en el desierto y hacerse bautizar por Juan, Jesús tenía ideas claras sobre su misión. Su vida se dedicaría a proclamar la buena nueva de la salvación. El mensaje a comunicar era conciso y concreto: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed en el Evangelio”. Casi diríamos que en su formulación intervino algún profesional del mundo de la publicidad actual. Jesús le dice a su gente que ha terminado ya el tiempo de la espera. Hay algo nuevo que está aquí, que viene a nosotros. Su venida no depende de nuestro esfuerzo sino de la voluntad de Dios. Ha sido él el que ha roto los plazos y se ha presentado en medio de nuestro mundo. Sin avisar. Sin pedir permiso. En nosotros está acoger ese Reino que viene a nosotros. A que le acojamos convenientemente se dirigen las últimas palabras de Jesús invitándonos a la conversión y a la fe. 

      Se ve que el niño de Belén, al que hace poco celebrábamos entre villancicos y fiestas, ya ha crecido y tiene algo que decirnos. No es un juguete sonrosado con el que podamos hacer lo que queramos. Nos habla como a personas adultas, nos invita a cambiar de vida, a convertirnos. Para acoger el Reino de Dios que está cerca. Porque el tiempo se ha cumplido. Ya no es tiempo de excusas. Dios está aquí y nos llama. 

      Por eso el mensaje de Jesús, que, al principio, parece dirigirse a todos los que le escuchan de una forma abstracta y general, termina por hacerse concreto. Y sus palabras se pronuncian directamente para Simón y su hermano Andrés. Y para Santiago, el hijo del Zebedeo, y su hermano Juan. Jesús pasa a su lado y no los deja tranquilos. Los llama. Los invita a convertirse, a cambiar de vida, a seguirle. Les da una misión. Lo suyo ya no va a ser pescar peces sino pescar hombres y mujeres, reunir a la familia de Dios, convocar a todos los llamados a participar en el Reino del Padre. 

      Hoy somos nosotros los que escuchamos esta Palabra. Jesús pasa a nuestro lado y nos invita a convertirnos porque el Reino está cerca. Y luego nos llama por nuestro nombre. Para que le sigamos, para que seamos sus discípulos, para que participemos en la misión de reunir a los hijos de Dios perdidos y formemos la familia de los hijos en torno al Padre. El momento es apremiante, como dice Pablo en la carta a los corintios. ¿Vamos a perder también esta oportunidad?

Para la reflexión 

      ¿Son mis palabras y mis acciones fuente de división y violencia entre los hermanos? ¿O contribuyo con mi forma de vivir y de relacionarme con los que me rodean a reunir a los hijos de Dios? ¿Qué puedo hacer para cumplir con la misión que Jesús me ha encomendado?

Fernando Torres cmf

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