Editorial -

Basta que seáis jóvenes…

Imagen2Tenemos para con los jóvenes una especial predilección; a ellos dedicamos recursos, energías, nuestra vida misma. Desde los primeros años de la formación nos confrontamos con Don Bosco y María Mazzarello que hicieron de los jóvenes su misión. Fuimos tan contagiadas por su pasión por la educación que esto está por encima de nuestros pensamientos y muchas veces constituye nuestra inquietud. Hemos aprendido que basta que sean jóvenes para amarles, cuidarse de ellos, considerarles recurso valioso para la sociedad, para la Iglesia. “Con vosotros me encuentro bien”, afirmaba Don Bosco.“A ti te las confío” había recibido como consignaMaría Dominica en Borgoalto.

No es una estación fácil la que las jóvenes generaciones están atravesando, en todas las partes del mundo. De forma distinta que en el pasado. En la era de las nuevas tecnologías digitales, de los descubrimientos que no tienen parada, los jóvenes están ante una cantidad relevante de oportunidades. Y amenudo se encuentran confundidos, desorientados al lado de modelos carentes de valores, de ideales. A estos jóvenes nosotros queremos decir con la vida, con la presencia, con un amor que se hace visible, que estamos de su parte, que nos interesa su presente y el futuro, los deseos y las fatigas que lesmolestan.

Es fácil captar por las conversaciones de la gente frases molestas respecto a los jóvenes.“Nuestra juventud ha crecido mal, no tiene respeto alguno por los ancianos”.“No veo esperanza alguna para el porvenir de nuestro país si será la juventud de hoy la que gobierne mañana”. “Los jóvenes son maleducados y holgazanes. Los muchachos de hoy nunca serán capaces de mantener nuestra cultura”. No son frases oídas quizás en el último viaje en el autobús pero son inscripciones que refieren afirmaciones de Sócrates (470 c. C.), Hesíodo (720 a. C.), de ciudadanos de la antigua Babilonia (2.500 a. C.).

Considerar a los jóvenes como un problema, a menudo es un lugar común. Sabemos que su malestar está unido al malestar de los adultos. Por esto hablamos de ‘emergencia educativa’. Y es a nosotros, educadores, educadoras a quien se pide el primer paso, aún cuando nos den la espalda o son indiferentes o nos provocan. Los jóvenes: nuestra misión. Los miramos con esperanza, los buscamos, nos comprometemos a conocer su vivencia aunque a menudo indescifrable. Porque éste es el camino evangélico. El carisma que hemos recibido como don.

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