Profetas de alegría

CF

Como fma sentimos la alegría de seguir a Jesús para ser, junto con los jóvenes, signo profético en el horizonte de una renovada misionariedad” (CG23, 69).

Ser profetas de alegría en nuestras comunidades y entre la gente para captar las necesidades reales y ofrecer calor y esperanza en las ‘periferias existenciales’. Es fuerte reclamo a no detenerse en los recintos de las lamentaciones, en los senderos que no hacen justicia a lo humano, en los aprietos del ‘siempre se ha hecho así’ que apaga el soplo del Espíritu y encierra en las certezas debilitadas del hacer por rutina.

Ampliad la mirada, entrenar ojos y corazón según Dios. Es la invitación para todos, a caminar al lado de los que están más abandonados y lejanos; a escrutar nuevos horizontes para reconocer juntos ahí los signos de Dios y responderle con opciones evangélicas; a cumplir eléxodo hacia aquellas ‘periferias’ que son el lugar teológico donde Dios se manifiesta, y habitarlas, no ocasionalmente, sino hacer que se conviertan en espacio vital.

Despertar el mundo es un reto que pide arremangarse y osar gestos proféticos. Reapropiarse del asombro y de la pasión carismática que caracterizan la vida vivida por los más pobres, al lado de la humanidad herida, curándola con el aceite de la acogida y de la misericordia.

Estar de la parte de los últimos quiere decir tener la valentía de hacer de nuestras comunidades cenáculos donde se comparte el pan del sufrimiento, de la duda, de la búsqueda y el vino de la alegría, de la amistad y de la fiesta. Comunidades que son lugares de oración, de encuentros y diálogo, para poder habitar aquellas periferias en las que es carente la paz, la justicia, la equidad.

Asumir un rol profético, es decir ser capaces de osar ante el extenderse de la violencia, de la guerra, de los abusos, de
los derechos violados, ponerse de parte de los más débiles, estar en primera línea y tener la valentía de tomar posiciones, para que sean reconocidos derechos y dignidad de cada persona, por doquier.

Transformar una experiencia profética, cambiar cada instante de la vida humana en una experiencia que va más allá de lo que está herido y turbado, habitar la casa‘ensuciándose’ de la vida de los demás y testimoniando la esperanza de volver a empezar, la alegría de repartir.

Sueños, esperanza, fatigas son estas palabras las que guían nuestras opciones, las que interrogan nuestros estilos de vida, las que disciernen nuestro actuar para la urgencia misionera del Evangelio, las que transfiguran nuestras realidades, para no perder su Bien más importante.

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