Centenares de miles de jóvenes recibieron ayer al Papa en la plaza de Cibeles, donde les animó a aprovechar la JMJ para conocer mejor a Jesús, construir su vida sobre él y proyectar la luz de Cristo en el mundo.

Tras cruzar la Puerta de Alcalá, entrando así en Madrid, Benedicto XVI fue recibido por una representación de jóvenes de los cinco continentes.

Más tarde se digirió a la plaza de Cibeles, donde leyó a los jóvenes de la JMJ un mensaje de saludo, tras recibir regalos de algunos jóvenes. “Siempre os tengo muy presentes y rezo por vosotros. Dios me ha concedido la gracia de poder veros y oíros más de cerca” reconoció.

Ante un mar de banderas afirmó que “el Señor nos ha congregado para vivir en estos días la hermosa experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud. Con vuestra presencia y la participación en las celebraciones, el nombre de Cristo resonará por todos los rincones de esta ilustre villa”.

También les animó a aprovechar estos días “para conocer mejor a Cristo y cercioraros de que, enraizados en Él, vuestro entusiasmo y alegría, vuestros deseos de ir a más, de llegar a lo más alto, hasta Dios”.

“Queridos jóvenes, escuchad de verdad las palabras del Señor para que sean en vosotros pautas de conducta que nos asemejen a la persona de Cristo. Cuando se camina a su lado no nos dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos ciegos y egoístas, la de propuestas halagadoras pero interesadas, engañosas y volubles, que dejan el vacío y la frustración tras de sí”, declaró.

En este sentido, continuó diciendo que “Jesús es el único que conoce de verdad el camino del hombre hacia Dios, porque es Él quien lo ha abierto para nosotros, lo ha creado para que podamos alcanzar la vida auténtica, la que siempre vale la pena vivir en toda circunstancia y que ni siquiera la muerte puede destruir”.

“Hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado”, concluyó.

Finalmente les animó a testimoniar su fe en la sociedad actual, diciéndoles que “al edificar sobre la roca firme, no solamente vuestra vida será sólida y estable, sino que contribuirá a proyectar la luz de Cristo sobre vuestros coetáneos y sobre toda la humanidad, mostrando una alternativa válida a tantos como se han venido abajo en la vida”.

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