Comentario al Evangelio del domingo, 24 de septiembre de 2017

 

      A los lectores primerizos de la Biblia esta parábola les suele sorprender. No entienden como Jesús puede poner como ejemplo de comportamiento la injusticia patente en que incurre el propietario de la viña. Es una norma aceptada en nuestros días que el salario debe corresponder al trabajo realizado. Pero es que la parábola no habla de eso sino de Dios y de su modo de ser. Entonces, ¿es que Dios es injusto? ¿Es que no paga a cada uno según sus obras?

      Hay unas palabras al final de la parábola que nos facilitan entender el sentido del conjunto. Son las que el dueño de la viña dirige a los trabajadores que protestan por haber recibido menos de lo esperado: “¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. De alguna manera son palabras que Dios nos dirige a cada uno de nosotros. Es una frase que va desde la inmensidad del ser de Dios a la pequeñez de nuestro ser criaturas, a nuestra miopía. Denuncia nuestro afán de manipular a Dios, de querer que Dios actúe y sea como nosotros pensamos que debe actuar y ser. ¿Cuántas veces en la historia no le hemos hecho a Dios bendecir guerras y venganzas?

      Esta parábola insinúa que no tenemos mucha idea de cómo es Dios. Lo poco que sabemos de él es porque nos lo ha revelado Jesús. Y lo que Jesús nos dice es que es un Padre, o mejor un “papaíto” (eso es lo que significa “Abbá”). Que nos quiere y que nos mira siempre con ojos de cariño y misericordia. Más allá de eso sabemos muy poco o nada. Como dice la primera lectura, “como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros”. No hay forma de que podamos entender a Dios, introducirlo en nuestra mente y expresarlo en nuestras categorías y formas de hablar. Dios siempre nos sorprenderá con la infinitud de su amor. Por eso, Jesús no encontró modo mejor de hablar de él que usar estas historias. Así, por comparación, podríamos atisbar un poco lo que es Dios, el amor que nos tiene, su capacidad de acogida, su voluntad de darnos la vida plena. Por eso Pablo, que había abierto totalmente su corazón a Dios, pudo decir: “para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir”. Mejor es que no tratemos de manipular a Dios y que simplemente le aceptemos tal y como se nos reveló en Jesús. 

Para la reflexión

 ¿Cuántas veces hemos usado a Dios para justificar nuestras decisiones? ¿Y en la comunidad? Lo cierto es que sería mejor abrir bien los ojos a la sorpresa de Dios. Leyendo más la Biblia comprenderemos que sólo estaremos en onda con Dios cuando amemos, perdonemos y acojamos a nuestros hermanos como él lo hace. 

Fernando Torres cmf

 

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