Comentario al Evangelio dominical

Queridos hermanos:


Si alguien nos cuestionase, como hoy hacen los dos discípulos enviados por Juan, al preguntar a Jesús: ¿Sois vosotros los seguidores de Jesús, o tenemos que esperar a otros y buscarlos en otra parte? Algunos puede que se sintieran ofendidos, pero, podríamos responder con el texto de Isaías, (primera lectura), como hizo Jesús y decir: Sí, somos nosotros; anunciar lo que estáis viendo y oyendo: los hombres son liberados y a los pobres se les anuncia la buena noticia del Reino. ¡Felices vosotros si no os sentís defraudados por nuestro testimonio!

Toda noticia y el Evangelio es “buena noticia”, se basa en hechos concretos, sin hechos no hay noticia, más aún, una noticia no basada en hechos, es una mentira. Por eso, las palabras que pronunciemos, aunque sean muy elevadas o de acuerdo a la doctrina, sino van avaladas por los hechos, están huecas. Dejémonos de discusiones, sobre la salvación espiritual o temporal, la liberación del cuerpo y del alma,… La muestra de su Mesianismo está clara: lo más importante es la persona, el hombre y primero el que no tiene, después el que tiene, primero el enfermo, después el sano. Primero el Reino y su justicia, el resto vendrá por añadidura, por eso rezamos: “Que venga tu reino” y empujamos la historia con acciones concretas.

Hoy la pregunta no es: ¿Cómo es Dios?, tenemos demasiada doctrina; sino ¿Dónde está Dios? Y el cristiano que quiere tener experiencia de Dios, es decir ser místico, debe ir a buscarlo donde está, desde donde se nos acerca y se nos revela. El texto nos dice; que es en los débiles, los que no cuentan, como diría Eduardo Galiano, “los nadies”, donde nos habla e interpela. Pero éste, no es sólo un problema ético o de derechos humanos, sino la clave desde la que tenemos que interpretar la realidad, la fe, la espiritualidad, la vida en sí. Recordando a todos los crucificados, que Jesús es el Viviente (esto es la Buena Noticia) y reviviendo nosotros, para responder a la pregunta inicial de esta homilía, que queremos desvivirnos por los que Él ama.

Continúa el relato diciendo: “Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan”. Resalta su fortaleza; no es una caña sacudida por el viento. Su austeridad; no viste con lujo, esos habitan en los palacios. Es más que un profeta, es el precursor, el que prepara el camino; el más grande nacido de mujer. Pero atención: “El más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él”. Empieza Jesús a jugar con las paradojas, que no le abandonarán en todo el Evangelio: los últimos, los pequeños, los servidores, los niños… son los más grandes. Lo dejará claro, lavando los pies en la Última Cena.

Por eso los cristianos, la Iglesia, si quiere ser grande, debe de hacerse pequeña, humilde, pobre, como dice el Papa Francisco: “quiero una Iglesia pobre, para los pobres”. Si lo que se dice de María, puede decirse de alguna manera de la Iglesia, ella fue la más grande, porque se hizo esclava, se humilló. Dios mismo al que consideramos lo más grande, se hizo pequeño, niño, en el establo de Belén. Es necesaria, una revisión a fondo de la tarea pastoral de la Iglesia, de tantos prejuicios que tienen algunos, sobre los pequeños, los que no cuentan en la historia; y sobre todo, una revisión del lenguaje para hacerlo comprensible, no tan misterioso y que éste basado, en la cercanía a los más necesitados.

Avanza el Adviento pero no sólo en las semanas, sino en profundidad. Cada domingo, descubrimos la importancia de lo que vamos a celebrar en la Navidad. La encarnación de nuestro Dios y la implantación del Reino, es algo central para nuestra fe. Es cuestión de mirar, mirar a la cara de aquellos que están marginados o excluidos y ver si van recuperando la dignidad. No es tiempo de especular, en qué consiste la liberación. Ésta, se manifiesta como en la Bienaventuranzas, en signos que no parecen religiosos o cultuales, pero que proclaman que esta Eucaristía, nuestro Bautismo, es la reunión y el encuentro de aquellos que se han sentido liberados. Alcemos la cabeza, se acerca nuestra liberación.

Julio César Rioja, cmf

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