Comentario al Evangelio del domingo, 4 de septiembre de 2016

Julio César Rioja, cmf

Queridos hermanos:

Con el mes de septiembre, nuestras vidas suelen entrar en un periodo de normalidad. El trabajo, la vuelta al colegio de los niños y jóvenes, la familia, las relaciones habituales… nos van creando una sensación, de comenzar de nuevo un curso más. Por eso, es importante no caer en la rutina y la repetición. En nuestras Parroquias y comunidades, también empezaremos a planificar y programar los objetivos. El Evangelio de este domingo nos puede servir para: “echar unos buenos cimientos”.

El seguimiento de Jesús lleva consigo la renuncia y el despojo. No es algo optativo. El texto comienza diciendo: “Mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. Este seguimiento, conlleva tomar opciones fundamentales, hacer una elección consciente, renunciar a lo secundario, lo que distrae el corazón del hombre.

Programar, es poner el Evangelio en el centro de nuestra vida con realismo, por eso Jesús, nos pone dos ejemplos. El primero: “Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. El segundo: “¿O qué Rey, si va a dar una batalla a otro Rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz”.

Muchos de nuestros objetivos, están llenos de infinitivos, de medios y ofertas teóricas, que nos cuesta mostrar en realizaciones prácticas y cotidianas, no dejan de ser “un brindis al sol”. Les falta el conocimiento y análisis de la realidad, que es siempre cambiante y damos en demasiadas ocasiones por supuesto. Es verdad que somos casi siempre los mismos, lo cual, no quiere decir, que cada año estemos condenados a repetir y repetir las mismas acciones. Los de fuera nos ven con frecuencia reunidos, pero no sé si unidos; celebrando ritos, pero con qué alegría; ayudando a la gente, pero con qué transformaciones. Vivimos entre el realismo y las ilusiones.

En consecuencia, antes de comenzar un nuevo curso, es conveniente que cada uno adoptemos una postura activa acorde con nuestra edad, con nuestras circunstancias personales y familiares y con la situación real de nuestro entorno social, eclesial, vecinal, etc.…, para dar pasos todos juntos en la dirección que elijamos. Pero todas nuestras programaciones pastorales, deben evocar siempre el Evangelio que hoy termina: “Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. Los que corren riesgos son aquellos a los que no les gusta la situación que están viviendo. Los que se encuentran a gusto, por supuesto no quieren cambiar ni integrar la cruz en su camino.

La propuesta de Jesús es clara: para seguirle, hay que preferirle a Él, por encima de las demás cosas. La disyuntiva no consiste entre el amor a Dios negando a los humanos, sino en elegir entre nuestra humanidad deshumanizada o la humanidad plena, que siempre encontramos en Jesús. En este punto, estamos tocando la raíz misma del seguimiento de Jesús. Este debe ser nuestro proyecto de vida, para esta nueva etapa que comenzamos en septiembre.

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