34Anda lleno el mundo de dobles raseros, de palabras sin respaldo en las obras, o de gente que dice una cosa y hace la contraria. Ocurre mucho. Vemos a un político que proclama con grandilocuencia una conducta, y luego se le descubre otra. Descubrimos, con dolor, que un hombre de iglesia que predica el evangelio, luego resulta ser un abusador o un manipulador. Vemos, en lo cotidiano, que hay gente que canta el amor y vive desde un egoísmo radical. Hay quien habla de justicia, de compromiso o de sensibilidad con el medio ambiente, y sin embargo a base de viajes deja una huella ecológica que es visible desde el espacio, sin siquiera pensar en ello o buscar alternativas. El evangelio nos ayuda a vivir la coherencia, si dejamos que sus historias nos iluminen y nos provoquen. 

(In)Coherentes - La paja en el ojo ajeno

NH1«¿Por qué te fijas en la mota en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga del tuyo? ¿Cómo te atreves a decir a tu hermano: Déjame sacarte la mota del ojo, mientras llevas una viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás distinguir para sacar la mota del ojo de tu hermano» (Mt 7,4-5)

¿A quién no le ocurre alguna vez que se descubre criticando en otros cosas que, si se piensa con sinceridad, también hace uno mismo? «Fíjate cómo es tal o cual…» decimos, sin darnos cuenta quizás de que también nosotros somos así. Pero la crítica es fácil. Al menos es más fácil que la autocrítica. Criticamos la corrupción en otros, pero buscamos un enchufe. Nos quejamos del despilfarro público, pero nosotros mismos desaprovechamos las oportunidades que nos brinda la educación, o abusamos de lo que es «gratuito». Acusamos de insensible a alguien, y sin darnos cuenta, somos nosotros los que no estamos siendo sensibles con su propia situación…

¿Te descubres alguna vez viviendo este tipo de situaciones?

VF(In)Coherentes - De buenas intenciones está el infierno lleno

«A ver, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se dirigió al primero y le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. El hijo le respondió: No quiero; pero luego se arrepintió y fue. Acercándose al segundo le dijo lo mismo. Éste respondió: Ya voy, señor; pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?» (Mt 21, 28-31)

Puestos a decir una cosa y hacer la contraria, ojalá que nuestras acciones mejoren a nuestras palabras, y no al revés. Porque es muy frecuente que se nos vaya la fuerza por la boca. Hacemos grandes propósitos, diagnósticos certeros, proclamas de las mejores intenciones… «Voy a estudiar más» «Voy a beber menos» «Dedicaré tiempo a ver a mis abuelos» «Este año haré ejercicios espirituales fijo» «No pienso criticar…» Cada quién sabe cuales son sus propios empeños. Lo difícil es después llevarlos a la práctica. Danos, Señor, fortaleza y lucidez para convertir las palabras bonitas en acciones reales.

¿Cuáles podrían ser tus buenos propósitos que necesitan concreción?

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