nj9 de noviembre de 2014
Dedicación de la Iglesia de Letrán
Juan 2, 13-22

¿CÓMO ES NUESTRA RELIGIÓN? - José Antonio Pagola


El episodio de la intervención de Jesús en el templo de Jerusalén ha sido recogido por los cuatro evangelios. Es Juan quien describe su reacción de manera más gráfica: con un látigo Jesús expulsa del recinto sagrado a los animales que se están vendiendo para ser sacrificados, vuelca las mesas de los cambistas y echa por tierra sus monedas. De sus labios sale un grito: “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.

Este gesto fue el que desencadenó su detención y rápida ejecución. Atacar el templo era atacar el corazón del pueblo judío: el centro de su vida religiosa, social y económica. El templo era intocable. Allí habitaba el Dios de Israel. Jesús, sin embargo, se siente un extraño en aquel lugar: aquel templo no es la casa de su Padre sino un mercado.

A veces, se ha visto en esta intervención de Jesús su esfuerzo por “purificar” una religión demasiado primitiva, para sustituirla por un culto más digno y unos ritos menos sangrientos. Sin embargo, su gesto profético tiene un contenido más radical: Dios no puede ser el encubridor de una religión en la que cada uno busca su propio interés. Jesús no puede ver allí esa “familia de Dios” que ha comenzado a formar con sus primeros discípulos y discípulas.

En aquel templo, nadie se acuerda de los campesinos pobres y desnutridos que ha dejado en las aldeas de Galilea. El Padre de los pobres no puede reinar desde este templo. Con su gesto profético, Jesús está denunciando de raíz un sistema religioso, político y económico que se olvida de los últimos, los preferidos de Dios.

La actuación de Jesús nos ha de poner en guardia a sus seguidores para preguntarnos qué religión estamos cultivando en nuestros templos. Si no está inspirada por Jesús, se puede convertir en una manera “santa” de cerrarnos al proyecto de Dios que él quería impulsar en el mundo. La religión de los que siguen a Jesús ha de estar siempre al servicio del reino de Dios y su justicia.

Por otra parte, hemos de revisar si nuestras comunidades son un espacio donde todos nos podemos sentir en “la casa del Padre”. Una comunidad acogedora donde a nadie se le cierran las puertas y donde a nadie se excluye ni discrimina. Una casa donde aprendemos a escuchar el sufrimiento de los más desvalidos y no solo nuestro propio interés.

No olvidemos que el cristianismo es una religión profética nacida del Espíritu de Jesús para abrir caminos al reino de Dios construyendo un mundo más humano y fraterno, encaminado así hacia su salvación definitiva en Dios.

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LA SORPRESA
Escrito por Florentino Ulibarri

Llega de día, llega de noche.
Se le espera por la puerta, llega por la ventana.
Le buscamos con alegría, llega con su cruz.
Estamos de guardia, nos llama desde dentro.
Rastreamos huellas, llega por senderos nuevos.

Llega en la abundancia
y más todavía en la pobreza.
Llega cuando triunfamos
y nos acompaña en los fracasos.
Llega cuando es deseado
y se presenta cuando no se le espera.

Llega en el silencio y en el áspero y abrasador viento.
Llega también en la multitud y el ruido.
Llega para dormirnos y para despertarnos.
Llega a través de todas las caras que encontramos
a lo largo del día en nuestro camino.

Llega en el desierto de manantiales inciertos,
en las estepas de desconocidos pozos,
en los bosques frondosos en que nos perdemos,
en las altas cumbres que hollamos,
y en los valles que nos dan vértigo.

Llega a cada instante.
Llega en cada lugar.
Allí donde estamos, está.

Fiel a tu palabra
ya estás esperándonos.

Florentino Ulibarri

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EL ACEITE QUE DA LUZ NI SE COMPRA NI SE VENDE, ERES TÚ MISMO
Escrito por Fray Marcos
Mt 25, 1-13

En los tres domingos que quedan vamos a leer todo el capítulo 25 de Mateo (el último, antes del relato de la pasión). Los tres episodios que en él se narran (diez doncellas, los talentos y juicio definitivo) siguen siendo advertencias a su comunidad, con el fin de poner en guardia a los cristianos de las consecuencias esenciales de sus actitudes vitales. Ni Dios ni Jesús tienen que hacer ya nada. La pelota está en nuestro tejado y depende de nosotros que la juguemos bien o mal. En cualquier caso, pitarán el final del partido.

Los textos de estos últimos domingos del año litúrgico nos invitan a velar, a estar preparados. Por fortuna, ya no pensamos en ese Dios vengativo que está al acecho para ver cómo puede cogernos en un renuncio y condenarnos. De ahí la tremenda frase: "Dios te coja confesado", que es un insulto a Dios y a todo el mensaje de Jesús. Dios no nos espera al final del camino para someternos a un juicio. No, Dios está en nosotros todos los instantes de nuestra vida para que podamos llevarla a plenitud.

No tiene sentido meter miedo a la gente con este lenguaje: No sabéis el día ni la hora de vuestra muerte. ¡Temblad! Y eso que, en este ciclo (A) nos libramos de los textos apocalípticos, que son todavía mucho más terroríficos. No es la muerte la que tiene que dar sentido a nuestra vida, sino al revés, solo aprendiendo a vivir se aprende a morir. Aunque solamente os quedara un segundo de vida, haríais muy mal en pensar en la muerte. Sería mucho más positivo el vivir plenamente ese segundo. La muerte no arregla nada; si hay problemas, debemos arreglarlos mientras estamos de pie.

La tendencia de la primera comunidad a alegorizar la parábola, nos ha privado de su sentido más profundo. El punto de inflexión de la parábola está en la falta de aceite para que las lámparas puedan estar encendidas. Comparar a Cristo con el esposo y a la Iglesia con la esposa, que ni siquiera se menciona, no tiene apoyo ninguno exegético.

Después de un año o más de desposorios, se celebraba la boda, que consistía en conducir a la novia a la casa del novio, donde se celebraba el banquete. Esta ceremonia no tenía ningún carácter religioso. El novio, acompañado de sus amigos y parientes iba a casa de la novia para conducirla a su propia casa. En la casa de la novia le esperaban sus amigas, que la acompañarían en el trayecto. Todos estos rituales empezaban a la puesta del sol y tenían lugar de noche, de ahí la necesidad de las lámparas.

La importancia del relato no la tiene el novio ni la novia, ni siquiera los acompañantes. Lo que el relato destaca es la luz. La luz es más importante que las mismas muchachas, porque lo que determina que entren o no entren en el banquete es que tengan o no tengan el candil encendido. Una acompañante sin luz no pintaba nada en el cortejo. Ahora bien, para que dé luz una lámpara, tiene que tener aceite. Aquí está la madre del cordero. Lo importante es la luz, pero lo que hay que procurar es el aceite.

Jesús había dicho: Yo soy la luz del mundo. Y también: vosotros sois la luz del mundo. El ser humano es luz cuando ha desplegado su verdadero ser; es decir, cuando trasciende y va más allá de lo que le pide su simple animalidad. No es que nuestra condición de animales sea algo malo, al contrario, es la base para alcanzar nuestra plenitud, pero si no vamos más allá cercenamos nuestras posibilidades de humanidad.

La primera lectura nos puede ayudar a encontrar el sentido de la parábola. La verdadera Sabiduría es encontrar el sentido de la vida. Dar sentido a la vida es más importante que la vida misma. Ese sentido no viene dado, tenemos que buscarlo. Esa es la tarea más específicamente humana. Nuestra vida puede quedar malograda como tal vida humana. Esa es la advertencia de la parábola. Hay que estar alerta, porque el tiempo pasa. Si estamos dormidos, hay que despertar, porque de lo contrario, perderé la oportunidad de descubrir esa Sabiduría.

¿Cuál es el aceite que arde en la lámpara? Si acertamos con la respuesta a esta pregunta, tenemos resuelto el significado de la parábola. En Mt 7,24-27 se dice: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Y todo aquel que no las pone por obra, se parece al necio... La luz que tiene que arder son las obras. El aceite que alimenta la llama, es el amor. El ser sensato no depende de un conocimiento mayor sino de la plenitud de Vida.

Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No se trata de egoísmo: es que resulta imposible amar en nombre de otro. Nuestra lámpara no puede arder con aceite prestado. La llama no puede ser encendida con aceite comprado. El sentido a toda una vida no se puede improvisar en un instante. Solo con lo que hay de Dios en mí, descubierto, reconocido, desplegado, puede considerarse encendido nuestro ser. Ese despliegue constituye la Sabiduría de la que nos hablaba la primera lectura. Sin esa llama, seremos irreconocibles incluso para el mismo Dios.

Interpretar la parábola en el sentido de que debemos estar preparados para el día de la muerte, es tergiversar el evangelio. El esperar una venida futura de Jesús, es pura mitología que nos lleva a un callejón sin salida. La parábola no hace especial hincapié en el fin, sino en la inutilidad de una espera que no va acompañada de una actitud de amor y de servicio. Las lámparas deben estar encendidas siempre; si esperamos a prepararlas en el último momento, toda la vida transcurrirá carente de sentido.

Obsesionados por la "salvación eterna", hemos interpretado esta parábola como una advertencia de preparación para la muerte, o peor aún, para el juicio. Nada más lejos del sentido del relato. Si el aceite es el amor, que hace funcionar la vida cristiana, no podemos pensar en el último día para que tenga sentido. Hay que buscar una interpretación más acorde con el mensaje de Jesús.

La venida de Jesús al final de los tiempos, es una imagen escatológica que no podemos tomar al pie de la letra; tiene un significado mucho más profundo. Jesús, con su muerte en la cruz, consumió todo su aceite en una llamarada que sigue iluminándonos. El don total de sí mismo trasformó todo lo humano en divino. Allí culminó su "historia" porque solo permanecerá identificado con Dios, y Dios está fuera del tiempo y del espacio.

Los cristianos cayeron en la trampa de entender la segunda venida de Jesús de una manera temporal. Nosotros seguimos esperando esa segunda venida en la que no se hablará de cruz, sino de gloria para todos. No nos gusta cómo terminó Jesús su paso por la tierra. Esta es la causa por la que hemos inventado un futuro a nuestro gusto para él y para nosotros. Nos sentiríamos muy a gusto si volviera lleno de gloria y nos comunicara a los "buenos" esa misma gloria. Esta visión raquítica, la hacemos desde nuestro falso yo, que nunca aceptará el desaparecer, mucho menos consumirse en beneficio de los demás.

Si de verdad queremos dejar de ser necios y empezar a ser sensatos, tenemos que desplegar nuestra vida desde otra perspectiva. Tenemos que abandonar todo proyecto de glorificación, sea en este mundo o sea en el otro, y entrar por el camino del servicio a los demás hasta la entrega total. El aceite solo da luz a costa de consumirse. Si aceptamos el programa del evangelio solo porque nos han prometido una "gloria", la cosa no puede funcionar. Estamos completamente equivocados.

Meditación-contemplación

"Yo soy la luz del mundo".
Esto no lo decía Jesús como Dios, sino como ser humano.
Su experiencia de Dios, fue su lámpara encendida.
Esa misma luz está también en cada uno de nosotros.
..................

Dentro de ti debes descubrir el aceite.
Si prende, dará luz que alumbrará tus pasos.
Esa llama, si es auténtica, no se puede ocultar,
sino que alumbrará también a todos los demás.
..................

Tú eres la lámpara, el aceite y la luz.
Nadie te lo puede prestar, porque es su propia vida.
Toda vida se mueve desde dentro.
Si se mueve desde fuera, será solo un mecanismo muerto.
.......................

Fray Marcos

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