Pablo VI por una "civilización del amor”

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Ciudad del Vaticano. En la mañana del domingo 19, un buen grupo de Capitulares se ha desplazado a la plaza de San Pedro para participar en la Celebración Eucarística presidida por el Papa Francisco, que ha proclamado Beato a su predecesor Pablo VI, en el día de la conclusión del Sínodo de los Obispos sobre la familia. 

Pablo VI ha sido un gran promotor de la familia y de la vida. A lo largo de todo su pontificado ha advertido con gran sentido de responsabilidad la urgencia de acompañar con la mirada del Evangelio las transformaciones sociales y culturales de la familia. En la Encíclica Humanae Vitae (25 de julio de 1968) afirma: "La pastoral de la familia se presenta hoy como la más oportuna, la más comprometida y también la más fecunda en resultados beneficiosos y duraderos". El milagro atribuido a su intercesión y aprobado el 7 de mayo pasado está en perfecta sintonía con su Magisterio: "Es señal de que Dios protege desde el seno materno, desde el momento en que comienza la vida. Para Dios la vida humana tiene un valor no negociable",  ha dicho Antonio Marrazzo, Postulador de la causa de beatificación.   

Pablo VI siempre ha nutrido un amor tierno y contagioso hacia Cristo, la Iglesia y la persona humana. Es este el rasgo más distintivo de su estatura espiritual, lo que más lo ha caracterizado en la tensión continua y total hacia la altura, hacia la luz, hacia Dios. Este hombre aparentemente frágil de cuerpo y esquivo en el carácter, humilde, pero grande en la práctica heroica de las virtudes cristianas, ha atravesado el siglo XX de la Iglesia y del mundo ocupado en la perenne empresa de hacer posible la que, en 1975, definió como la "civilización del amor”.  

En la homilía de la Beatificación, el Papa Francisco ha puesto de relieve la extraordinaria humildad de Pablo VI: “No es nuestra mano débil e inexperta la que está en el timón de la barca de Pedro sino aquella invisible, pero fuerte y amorosa del Señor Jesús. Quizás el Señor me ha llamado a este servicio no ya porque yo tenga alguna capacidad, o porque yo gobierne y salve a la Iglesia; sino para que sufra algo por la iglesia y para que quede claro que El y no nosotros, la guía y la salva.”

Una fuerte unión espiritual conectó a Don Bosco y al Papa Montini. Pablo VI ha definido al gran educador piamontés un "auténtico protagonista de la historia de Italia y la Iglesia". Ya desde el período de la inmediata posguerra, el entonces Mons. Montini, convertido en  sustituto a la Secretaría de Estado, empezó a colaborar con los Salesianos y con las Hijas de María Auxiliadora que prestaban socorro y ayuda a los "sciuscià", el ejército de huérfanos y chicos abandonados que poblaban los arrabales. Nació así la idea de dar vida en Roma, al abrigo del Fuerte Prenestino, al "Borgo ragazzi Don Bosco."  

El propio  Pablo VI, el 29 de octubre de 1966, con ocasión de su visita pastoral al Barrio Nuevo Salario en Roma, bendijo la primera piedra del Instituto Pedagógico, más tarde Casa General de la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora. 

En la audiencia extraordinaria que el 15 de julio de 1972 concedió a las FMA, por el Centenario de la Fundación del Instituto, afirmaba: "En vosotras nosotros vemos la continuidad sin interrupción y la espléndida floración de un ideal de caridad y celo, que brotó en el lejano 5 agosto de 1872 por obra de San Juan Bosco y  de Santa María Mazzarello, cuando las primeras Hijas de María Auxiliadora en Mornese le ofrecieron al Dios su joven vida e iniciaron su ruta apostólica por los caminos del mundo. ¿[…] ¿Sabrá vuestra Congregación responder a las esperanzas de la Iglesia en la atormentada hora que vive?¿Con qué medios conseguirá que la antigua vitalidad de la cepa plantada por vuestros Santos Fundadores continué floreciendo en toda su plenitud? Ante estos interrogantes, hijas mias, hay una única respuesta. La que de lamisma manera queexplica la extraordinaria fecundidad del pasado, asegura infaliblemente a vuestro Instituto la vitalidad en el futuro: la santidad.  

Cómo quisiéramos  que se conservara entre vosotras con toda su primitiva lozanía el carácter intensamente mariano, que en todas partes constituye la nota inconfundible de la espiritualidad de las Hijas de María Auxiliadora. Vosotros tenéis el privilegio de pertenecer a una familia religiosa que es toda de María y todo se lo debe a María. ¿Acaso no es vuestro Instituto el monumento vivo que Don Bosco quiso erigir a la Virgen como señal de imperecedera gratitud por los beneficios recibidos de Ella"?.  

La beatificación de este gran Papa es motivo de alegría y esperanza para todo el Instituto, que en él reconoce a un potente mediador para la misión a la que es llamado en este tiempo extraordinario de renovación. 

 

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