loRoma (Italia). En Roma tendrá lugar  el XIV Sínodo de los Obispos pata reflexionar sobre los “desafíos pastorales” que se refieren a “la familia en el contexto de la nueva evangelización”.El Sínodo es, después del Concilio, la expresión más alta de la colegialidad de la Iglesia Católica, y del esfuerzo de caminar juntos y unidos a lo largo de los caminos del testimonio cristiano.
El nuevo Sínodo se celebrará, por voluntad del Papa, en dos etapas: la primera, del 5 al 19 de octubre de 2014, la Asamblea general extraordinaria de todos los Obispos, «dirigida a precisar  el status quaestionis y a recoger testimonios y propuestas de los obispos para anunciar y vivir creíblemente el evangelio para la familia»; la segunda, en 2015, la verdadera y propia Asamblea general, « con el fin de buscar líneas operativas para la pastoral de la persona humana y de la familia».

El tema de la Familia interpela a todas las Iglesias del mundo e implica a todas las componentes del “pueblo de Dios”: desde los cardenales a los obispos, a las familias religiosas, hasta el individuo creyente de la más lejana periferia.
Sor Grazia Loparco fma, docente de Historia de la Iglesia en la Pontificia Facultad de Ciencias de la educación «Auxilium», ha escrito para el Osservatore Romano, una interesante aportación con el título: “Piu simili alla gente comune”. Los cambios en la sociedad imponen a las familias religiosas una reflexión de las relaciones.
«Nos preparamos al sínodo sobre la familia. La Iglesia está obligada a ponerse mayormente  a la escucha y en diálogo con todos. En la Iglesia hay  muchas pretendidas familias religiosas  compuestas de religiosos, religiosas, laicos que se reconocen en una espiritualidad. Vivimos en un contexto de familia  cada vez más plural, con modelos antropológicos, éticos, relacionales combinados de maneras muy variadas.
Pluralismo de formas  en los núcleos familiares e ideología de género son amplificados y muy difundidos mediante los mass media, entran en los comportamientos y en la mentalidad  de quien no tiene puntos de referencia en las opciones. Comportamientos cada vez más legitimados por la opinión pública se desarrollan en paralelo respecto a las propuestas eclesiales. En medio, evidentemente, está la persona, la antropología, qué tipo de persona se concibe, se quiere y se intenta ser.
Las familias religiosas ¿tienen algo que decir sobre este cambio radical? O en la sociedad, incluso disminuyendo, especialmente en Occidente, ¿tienen ellas algún significado  y relevancia sólo por los servicios que prestan, por las actividades caritativas o educativas que promueven, inspirándose en el Evangelio que pone en el centro de la vida a toda persona humana? Pero ellos mismos, hombres y mujeres, ¿cómo se perciben y se relacionan entre ellos?
En la confusión de los géneros, en el malestar social que hombres y mujeres tienden a instrumentalizar al otro hasta la explotación y el homicidio, en la dificultad de superar las pruebas en las familias reales, la vida religiosa tiene algo que decir, una buena noticia que comunicar, después de haber madurado un cambio en su interior un modo de pensarse y de formarse continuamente en relación con la otra mitad del cielo. Si una familia religiosa madura relaciones de reciprocidad entre las componentes adultas, podrá ofrecer una propuesta significativa a la desorientación producida entre los jóvenes por la propaganda de modelos sin perspectivas de calidad de vida.¿Cómo comprometerse seriamente en recapacitar sobre los modelos antropológicos, de hombres y mujeres, padres y madres, hermanos y hermanas, en las diversas partes del mundo, para expresar la novedad evangélica del proyecto originario sobre las personas llamadas al diálogo y a la comunión, al cuidado recíproco y al respeto? Sobre todo a los jóvenes, me parece, debemos un esfuerzo  en tal dirección, dado que como religiosos somos signos por definición. Sería un repensar de las relaciones que íntimamente también toca la Iglesia, un cambio que para los religiosos y las religiosas empieza en casa, por las colaboraciones cotidianas que pueden ser funcionales  o incluso humanizantes con una repercusión positiva de amplio radio.
De esta manera las familias religiosas tradicionales, llamadas a ser ellas mismas en el dinamismo de la historia, diferentes por las nuevas formas de vida consagrada donde las comunidades mixtas son originarias, pueden ofrecer la experiencia reflexionada como base de una reflexión antropológica que encuentra elementos de profunda convergencia en la misión, en el servicio a las personas, empezando desde sí mismas. Probablemente, haciéndose visiblemente más semejantes a la gente común, en la especificidad de la propia vocación, se reconquistaría también la transparencia e incisividad  de testimonio y de anuncio». Fuente: http://www.osservatoreromano.va

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