998169 10151530702169702 1083149559 nEl Papa Francisco está llamando a la Iglesia a salir de sí misma olvidando miedos e intereses propios, para ponerse en contacto con la vida real de las gentes y hacer presente el Evangelio allí donde los hombres y mujeres de hoy sufren y gozan, luchan y trabajan.

Con su lenguaje inconfundible y sus palabras vivas y concretas, nos está abriendo los ojos para advertirnos del riesgo de una Iglesia que se asfixia en una actitud autodefensiva: “cuando la Iglesia se encierra, se enferma”; “prefiero mil veces una Iglesia accidentada a una que esté enferma por encerrarse en sí misma”.

La consigna de Francisco es clara: “La Iglesia ha de salir de sí misma a la periferia, a dar testimonio del Evangelio y a encontrarse con los demás”. No está pensando en planteamientos teóricos, sino en pasos muy concretos: “Salgamos de nosotros mismos para encontrarnos con la pobreza”.

El Papa sabe lo que está diciendo. Quiere arrastrar a la Iglesia actual hacia una renovación evangélica profunda. No es fácil. “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros, si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida según nuestros esquemas, seguridades y gustos”.

Pero Francisco no tiene miedo a la “novedad de Dios”. En la fiesta de Pentecostés ha formulado a toda la Iglesia una pregunta decisiva a la que tendremos que ir respondiendo en los próximos años: “¿Estamos decididos a recorrer caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheraremos en estructuras caducas que han perdido la capacidad de respuesta?

No quiero ocultar mi alegría al ver que el Papa Francisco nos llama a reavivar en la Iglesia el aliento evangelizador que Jesús quiso que animara siempre a sus seguidores. El evangelista Lucas nos recuerda sus consignas. “Poneos en camino”. No hay que esperar a nada. No hemos de retener a Jesús dentro nuestras parroquias. Hay que darlo a conocer en la vida.

“No llevéis bolsas, alforjas ni sandalias de repuesto”. Hay que salir a la vida de manera sencilla y humilde. Sin privilegios ni estructuras de poder. El Evangelio no se impone por la fuerza. Se contagia desde la fe en Jesús y la confianza en el Padre.

Cuando entréis en una casa, decid :”Paz a esta casa”. Esto es lo primero. Dejad a un lado las condenas, curad a los enfermos, aliviad los sufrimientos que hay en el mundo. Decid a todos que Dios está cerca y nos quiere ver trabajando por una vida más humana. Esta es la gran noticia del reino de Dios.

José Antonio Pagola

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Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Reaviva el aliento evangelizador en la Iglesia. Pásalo.
7 de julio de 2013
14 Tiempo ordinario (C)
Lucas 10, 1-12. 17-20

fuente:

http:// sanvicentemartirdeabando.or g/

http://eclesalia.wordpress.com/

http://feadulta.com/

CAMINANDO POR LA VIDA
Escrito por Florentino Ulibarri

Andar por la vidaportando tu mensaje y buena nueva;
andar erguido a pesar de las inclemencias del camino;
andar de frente sin temor a tormentas y huracanes;
andar tranquilos aunque haya lobos escondidos.
Ir sin bolsa, para aligerar la marcha;
sin monedas, para que no hagan mella en el alma;
ligeros de equipaje, sólo con túnica y sandalias;
pero llenos de paz gozada y derramada.

Detener el paso y descansar de agobios y penas;
saludar y dialogar cada día con quienes van y vienen;
entrar en las casas y compartir alimento y corazones;
lavarse el polvo y cicatrizar las heridas.

Y de madrugada, volver a salir a los caminos y a las plazas,
hacerse el encontradizo y rozar con ternura
a los que pasan; y agradecer el camino y sus historias
respetando las costumbres y las sorpresas...

Cada día, caminando por la vida
protegido por tu manto y sombra me siento más hijo,
más discípulo, más enviado, más ligero,
más lleno de alegría, más encontrado.

Y regreso, muy contento,a contarte mi aventura.

Florentino Ulibarri

SOLO VIVIENDO EL REINO DE DIOS, PODREMOS COMUNICARLO
Escrito por Fray Marcos
Lc 10,1-12; 17-20

Lucas es el único evangelista que narra la misión de los 72, (de los 70 como dicen algunos códices). También relata antes, la de los doce. Seguramente ha querido acentuar el carácter universal de la predicación de la nueva comunidad. Doce era el número de las tribus de Israel. Setenta era el número de las naciones gentiles, según el Génesis.

Si estamos en Samaría, cabe pensar que la mayoría de esos setenta eran samaritanos. Para los demás evangelistas, el límite de la gentilidad estaba en la frontera de Galilea, para Lucas se encuentra en la misma Samaria, porque estaban apartados de la religión oficial judía.

El domingo pasado se hablaba del fracaso de los discípulos en su intento de preparar el camino a Jesús en su subida a Jerusalén. Probablemente, Lucas quiere poner este envío de "otros setenta y dos" para dejar un buen sabor de boca. Estos vuelven "muy contentos" de sus correrías y tienen mejor acogida que los discípulos. "De dos en dos", porque para los judíos la opinión de uno solo no tenía ningún valor en un juicio, y los misioneros son, sobre todo, testigos. También, porque el mensaje debe ser proclamado siempre por la comunidad.

No penséis que se trata de enviar a un número de especialistas en comunicación. No se trata de recomendaciones a unos cuantos escogidos. El evangelio dice simplemente: "envió a otros setenta y dos". Ni siquiera dice que fueran discípulos. Se da por supuesto que todo cristiano por el hecho de serlo, tiene la misión de proclamar la buena noticia que él vive.

El modo de esa predicación puede ser diferente, pero la base, el fundamento de toda predicación, es la vida misma del cada cristiano. Vivir como cristianos, es la mejor predicación y la que convence. En cada instante estamos predicando, para bien o para mal.

No es fácil delimitar lo estrictamente histórico de este relato. Además de que solo Lucas lo narra, exigiría un grado de organización que no se percibe en el grupo de los que han seguido a Jesús. El simbolismo del número 12 y 70 nos invita a pensar que son relatos elaborados más tarde. Por otra parte, para predicar El Reino, se necesita haberlo comprendido y experimentado. Los evangelios se encargan de manifestar que antes de la experiencia pascual ni los doce se habían enterado de nada.

Las recomendaciones de Jesús son la clave de todo anuncio del mensaje cristiano. Están puestas en boca de Jesús, pero son las condiciones mínimas que debería tener todo cristiano para llevar la Buena Noticia a los demás. En ningún caso se habla de doctrina que tengan que enseñar o de normas morales que deban exigir. Se trata de comunicar lo que Dios es para todos sin condiciones ni excepciones. Esa tarea la cumplió la primera comunidad en todas partes donde se fue implantando. Es la principal tarea que tiene que seguir llevando a cabo todo cristiano en cualquier tiempo y lugar.

1.- Itinerancia. "Poneos en camino". Es la clase de vida que eligió Jesús cuando se decidió a proclamar su buena noticia. El domingo pasado nos decía que no tenía dónde reclinar la cabeza. Este desapego de toda clase de seguridades es la actitud básica y fundamental que debe adoptar todo enviado. El anuncio no se puede hacer sentados. Seguir a Jesús exige una dinámica continuada. Nada se puede comunicar desde una cómoda instalación personal. La disponibilidad y la movilidad son exigencias básicas.

2.- Dificultad. "Os mando como ovejas en medio de lobos". Cuando se escribieron los evangelios, las primeras comunidades cristianas estaban viviendo la oposición, tanto del mundo judío como del pagano.

Denunciar la opresión o poder despótico, no puede agradar a los que viven desde esa perspectiva, y sacan provecho de ella a costa de los demás.

Por desgracia, cuando el cristianismo adquirió poder, se comportó como lobo en medio de corderos; eso sí, con piel de oveja. Desde el poder es imposible adivinar lo que sería bueno para el otro. El provecho personal o el de la institución, no es buena noticia para nadie.

3.- Pobreza. "Ni talega ni alforja ni sandalias". Es imprescindible la pobreza material, pero solo como signo de la superación de seguridades. Significa no confiar en los medios externos para llevar a cabo la misión. El peligro está en hacer de la predicación del evangelio un logro humano.

Se trata de confiar solo en Dios y el mensaje. No buscar seguridades de ningún tipo, ni en el dinero ni en el poder ni en el prestigio ni en los medios, incluidos los de comunicación. Hoy tenemos la obligación de utilizar al máximo los medios de comunicación que la técnica nos proporciona, pero no debemos poner nuestra confianza en ellos.

4.- Urgencia. "No os detengáis a saludar a nadie por el camino". No se trata de negar el saludo a los que se encuentren en el camino. "Saludar" tenía para ellos, un significado muy distinto al que tiene para nosotros. El saludo llevaba consigo un largo ceremonial que podía durar horas o días. Esta recomendación quiere destacar la urgencia de la tarea a realizar.

Seguramente está haciendo referencia a la inmediata llegada del fin de los tiempos, en que las primeras comunidades cristianas creyeron a pies juntillas.

5.- Paz. "Decid primero: ¡Paz! Para entender esta recomendación hay que tener en cuenta el sentido de la "paz" para los judíos de aquel tiempo. No significaba solo ausencia de problemas y conflictos, sino la abundancia de medios para que un ser humano pudiera conseguir su plenitud humana.

Llevar la paz es proporcionar esos medios que hacen al hombre sentirse a gusto e invitado a humanizar su entorno. Significa no ser causa de tensiones ni externas ni internas. Sería ayudar a los hombres a ser más humanos. El cristiano, vaya donde vaya, tiene que llevar armonía, comprensión, amor, paz.

6.- Humildad. "Comed y bebed de lo que tengan". Esta es una de las actitudes más difíciles. Ponerse al nivel del otro. Aceptar sus costumbres, su cultura, su idiosincrasia... Se trata de buscar solo el estar disponible para todos, sin esperar nada a cambio, pero aceptando con humildad lo que den; siempre que sea lo indispensable, comida y alojamiento, etc.

¡Qué difícil es no imponer lo nuestro! Muchos intentos de evangelización han fracasado por no tener esto en cuenta. Más difícil todavía es aceptar la dependencia de los demás en las necesidades básicas, no poder elegir ni lo que comes ni con quien comes.

7.- Curad. "Curad a los enfermos". No se refiere solo a las enfermedades físicas. Todo aquello que impide al ser humano ser él mismo es enfermedad. De hecho los 70 solo hacen alusión a que los demonios se les sometían. Seguimos dando demasiada importancia a la salud corporal, sin enterarnos de que con una grave enfermedad, puede un ser humano alcanzar su plenitud.

Curar significa alejar de un ser humano todo aquello que le impide ser él. Hoy las enfermedades físicas están cubiertas por la medicina. Pero ¿qué pasa con las enfermedades síquicas y mentales, que arruinan la existencia de tantas personas?

8.- Buena noticia (evangelio). "El reino, que es Dios, está cerca". Nada de peroratas teológicas, nada de discursitos apologéticos, nada de propagandas ideológicas, nada de doctrinas ni rituales ni normas morales... Lo único que un ser humano debe saber es que Dios le ama.

Predicar el reino que es Dios, es hacer ver a cada ser humano que Dios es algo cercano, que está tan cerca, que es lo más hondo de su propio ser, que no tiene que ir a buscarlo a ningún sitio raro, ni al templo ni a las religiones ni a las doctrinas ni a los ritos ni al cumplimien¬to de la norma. Dios es (está) en ti. Descúbrelo y lo tendrás todo...

Sin estas condiciones, la predicación se hace inútil. No es nada fácil salir de la dinámica de la propaganda, del proselitismo a toda costa, buscando más el potenciar la institución que el servicio de las personas.

El que va a proclamar el Reino de Dios, tiene que manifestar que pertenece a ese Reino. Tiene que responder a las necesidades del otro. Tiene que estar dispuesto al servicio en todo momento. No debe exigir absolutamente nada, ni siquiera la adhesión. Tiene que limitarse a hacer una oferta.

Meditación-contemplación

Haz una reflexión sincera, trata de descubrir la verdad:
¿Cuál es tu preocupación primera?
¿Es la comida, el vestido, la salud, la casa, el prestigio?
¿Tus esfuerzos están encaminados a buscar seguridades?
O ¿tu preocupación primera es vivir el Reino?

.................

Todo esto conduce a las preguntas más radicales:

¿Cuál fue el poder de Jesús? Tuvo poder de sanar, de liberar de decir la verdad a la cara de todos; tuvo el extremo poder de ser consecuente hasta la cruz. Tuvo el extraño poder de denunciar todas las falsas imágenes de Dios, de no dejarse comprar por nadie, de desmontar las pomposas teologías de los escribas con la simple arma de las parábolas, de ridiculizar la falsa santidad de los fariseos con el "a mí me lo hicisteis".

Jesús pisó inmune los escorpiones y las serpientes del falso mesianismo triunfal, del honor del sacerdote, del aprecio de los poderosos; Jesús fue más poderoso que los ejércitos de la Ley, del Templo, del Poder. Jesús caminó sobre todos esos, victorioso. Esos fueron, y sólo esos, los poderes de Jesús.

¿Qué significó Jesús para su mundo? Un loco peligroso, que debía ser, y fue de hecho eliminado. Su mundo lo crucificó y lo consideró como crucificado. Y los que él envía para anunciar "ya está aquí el Reino" no llevan al mundo una buena noticia para todos. Porque el reino no es buena noticia más que para los pobres, los enfermos, los pecadores, y no para los ricos, los sanos, los que se creen santos. Los ricos, los sanos, los fuertes, los que se creen santos, reciben lo de Jesús como una malísima noticia, como una locura peligrosa.

Es llamativa la imagen de Jesús: "como corderos en medio de lobos". Desarmados, pobres, sin más poder que curar y liberar. Sin más sabiduría que las parábolas. Con la estupidez mental de preferir la pobreza, el camino empinado, la fraternidad, la solidaridad... ¿cómo se puede triunfar en la vida con esas armas? ¿Cómo se puede un joven abrir paso en la selva del mundo con esos criterios? ¿Cómo se puede andar por la vida prefiriendo a los últimos, prefiriendo ser último? ¿Cómo se puede mirar con aprehensión el dinero, el éxito, el reconocimiento social? ¡La Buena Noticia es cosa de locos!

Hoy es un domingo para revisar valores y criterios, para revisar nuestra situación en el mundo. ¿Qué piensan de nosotros la iglesia el poder, el dinero, el éxito? ¿Qué piensan de nosotros la iglesia los creadores de opinión, los triunfadores de la sociedad, los gobernantes que crean constantemente opresión, injusticia y miseria, los manejadores del mercado, los que viven en la abundancia? ¿Nos tienen por locos peligrosos?

No puedo menos que recordar aquí una escena, retransmitida hace unos pocos años por televisión a medio mundo: una boda real, a la que asisten todos los poderes del mundo, los reyes, los príncipes, los magnates de las finanzas, los jefes de estado, los famosos de todos los ámbitos; dinero gastado a chorros, en vestidos, en coches, en fiestas, en alardes de todos los géneros. El edificio es suntuoso, las vestiduras sagradas son carísimas, el rito es solemne... Solamente estorbaba una cosa en tan magnífica ceremonia: el enorme crucifijo que presidía la asamblea entera, sangriento y agonizante, desnudo y ridículo, disonancia intolerable; deberían haberlo cubierto con un paño, o retirarlo a la sacristía para evitar que estropease tan magnífica ceremonia. Porque allí estaban todos los poderes, los criterios y los valores del mundo, todos los que crucificaron y crucifican hoy a los hijos de Dios, dueños del templo, impávidos ante el crucificado al que ellos mismo están matando.

Pero eso es sólo una imagen circunstancial, pasajera, anecdótica. Una anécdota significativa: la iglesia entera está representada en ella, nosotros la iglesia, que vivimos en el mundo dando culto a un dios que no es el de Jesús, impertérritos ante los crucificados, dedicados a nuestras teologías y a nuestros poderes, nuestros prestigios, nuestras seguridades religiosas... A nosotros no nos crucifica nadie, por una sencilla razón: porque el mundo sólo crucifica a sus enemigos, a Jesús, por ejemplo.

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Hagamos memoria. A Jesús lo mataron los romanos a instancias de los jefes de su propio pueblo. En el estipes de la cruz un letrero decía, en burla, El rey de los judíos. Se trató, en este caso, de la aplicación de la pena capital de parte de los romanos, la única autoridad que poseía el ius gladii. Fariseos, escribas, saduceos hicieron ver a los romanos que las expectativas mesiánicas que Jesús despertaba eran peligrosas para la estabilidad social y política de Palestina. No tuvieron que invocar como causa lo que realmente les resultaba insoportable: la desautorización que Jesús hacía de la religiosidad de la época, y de ellos en particular, pues interpretaba la Ley y se comportaba respecto del Templo con una libertad inaudita. Jesús, en sus actuaciones, subordinó la Ley y el Templo a la obediencia a Dios, la cual en todos los casos y siempre ha debido consistir en la liberación de personas concretas.

Este fue, en su núcleo, el contenido del reino que Jesús quiso inaugurar como voluntad del Dios que él consideró su Padre. A este Padre no se le encontraría mejor en lugares y tiempos “sagrados” que en los valles, las montañas y entre las olas del mar de Galilea, de mañana o por la tarde. Jesús, en vez de erigirse en el guardián de la diferencia entre lo sagrado y lo profano, la saltó, la ridiculizó a veces y, con su muerte en cruz, la aniquiló para siempre. Así lo entendió la primera Iglesia. Ella vio en el rasgarse el velo del Templo al momento de la muerte de Jesús, el cumplimiento irreversible de la encarnación. El Dios entrado en la historia como un niño inerme y sacado de esta misma historia con violencia, se da a reconocer en los hechos humanos, especialmente allí donde la humanidad más se le asemeja crucificado. El “pecado” que el Sanedrín no toleró a Jesús podría llamarse “secularidad”. Jesús apostó toda la religión de Israel al amor secular. Al amor así no más, podríamos decir, sin articulación religiosa, como el del buen samaritano.

Francisco desconcierta a personas que prefieren a un pontífice hierático. El sacerdote, piensan, debe representar la santidad de Dios. Otros, me incluyo, pensamos que debe representar la “humanidad” de Dios. O, mejor dicho, creemos que la verdadera santidad, la del Hijo de Dios encarnado, se manifiesta en la gran humanidad y humildad de Jesús. Y que, por el contrario, la santidad mal entendida hace creer que en Cristo lo divino neutraliza lo humano. El problema es que, de un Cristo que simula humanidad, resultan personas que simulan divinidad.

Es extraño, por tanto, que Francisco pueda desconcertar a un cristiano. Llama la atención que sus gestos tan sencillos, realizados a contrapelo del manierismo eclesiástico, perturben a quienes debieran resultarles completamente naturales. Lo naturalmente pagano es la divinización de la autoridad. El cristianismo, en cambio, reconoce autoridad a quien practica la justicia y la clemencia. La investidura pontificia no basta. Es incluso ambigua, pues induce a la papolatría. Y la papolatría sí es un pecado, o una lesera.

Como otro botón de muestra, tomemos el episodio de Francisco jugueteando con el solideo, poniéndoselo y sacándoselo a una niñita en la cabeza. A unos el gesto les parece lindo. Les calza exactamente con la alegría de Jesús. A otros, en cambio, no les debe parecer bien que el Papa bromee con la vestimenta sagrada. El solideo es esa especie de gorrito redondo y morado que usan los obispos. El solideo blanco solo lo usa el Papa. Cuando el prelado celebra la misa, debe sacárselo al momento de la plegaria eucarística, simbolizando respeto a Dios, como quien se quita el sombrero para saludar a alguien. ¿Qué ha querido simbolizar Francisco con este otro uso que él hace del solideo? ¿Estará queriendo decir a la niñita que ella algún día puede ser Papa? No lo creo. ¿Querrá tal vez decirle a ella y a todos los demás “yo, que soy el Papa, quiero que me sientan cercano y confiable”? Las demás señales indican que sí. Pienso también que esta interpretación, a su vez, puede caer muy mal a algunas personas. Al jugar de esta manera con el solideo, alguien puede pensar que el Papa cruza burlescamente la frontera de lo prohibido. Francisco no se pone la mitra cuando hay que ponérsela. Francisco lava los pies a una musulmana en la cárcel en Semana Santa. Francisco saluda de beso a la presidenta de Argentina, etc. Se sale frecuentemente del protocolo. ¿Cuál es el límite? ¿Podría un día celebrar la eucaristía sin alba, solo con la estola?

Estos gestos totalmente intencionados del Papa pueden provocar inquietud, molestia o furia en cualquiera de los cristianos. Ninguno de estos sentimientos es culpable. Los sentimientos son inocentes. Nadie es culpable de sentir esto o aquello, ni tampoco de tener tal o cual cultura o sensibilidad religiosa. Debe tenerse presente, eso sí, que el fanatismo religioso que combina el celo por Dios con la ira psicológica, es peligroso.

Este Papa está realizando acciones que provocan rabia en quienes no entienden que el dogma de la encarnación obliga a descubrir a Dios en un hombre común y corriente, y que la salvación en sentido estricto es humanización. La encarnación es un misterio difícil de comprender para la mentalidad de los mismos creyentes, pero no atinar con su concepto no es inocuo. Hay concepciones de lo sacro, de lo santo y de la salvación inhumanas y deshumanizantes.

¿Dejará alguna vez Francisco de usar el Papa-móvil? Aún lo necesita. De momento, si nos invitara a subir a él y aceptáramos, estaríamos más cerca de comprender quién es y quién no es el Dios de Jesús.

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